viernes, 22 de mayo de 2009

El Angel olvidado

Apareció en un callejón bastante oscuro y húmedo. El único destello de luz provenía de algunos rayos deluna que se escabullían de entre las grises nubes que cubrían el firmamento.

Un temblor bastante perceptible se extendió desde sus piernas a su pecho y brazos, tenía miedo, quizá hubiese sido mejor el haberse quedado junto a aquella hermosa mujer que le había encontrado en el bar, pero no quería ser una molestia para ella ni nadie. Si bien quería saber quien era, no era su intención el convertirse en una carga.

Deseó en ese momento tener algun poco del whisky que había estado bebiendo, deseó poder volver a adormecer sus sentidos, y tan sólo le quedaba aquella caja con recuerdos que de nada le servían, además de aquel anillo verde esmeralda que había querido intercambiar por otra copa y, gracias a la mujer, no había podido.

Deseó que aquella característica mágica en su ser le ayudase en algo, pero tan sólo la magia aparecía en momentos poco apropiados, innecesarios... pero más que nada deseó el poder morir.

Caminó con los brazos extendidos hasta que se topó con una pared. Sintió con sus sucios dedos los ladrillos en ella y caminó otros pasos a la derecha, sin dejar de tocarla. Sus pies chocaron contra un cajón de madera, y al agacharse alcanzó a sentir algunos papeles de periódicos viejos dentro de él. Éste era su hogar ahora, lo había sido desde el momento en que tomó conciencia de su amnesia. Se cubrió hasta la boca con su gran capa verde de terciopelo, que seguramente algún día había sido cotizada hermosamente, y que ahora no valdría nada, producto del desgaste, las roturas y suciedad.

- Si tan sólo pudiera más que sentir la muerte a mi alrededor, si tan sólo ella se hiciera dueña de mi cuerpo, estoy segura de que sería feliz.

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